Centrándonos más concretamente en la llegada de los vikingos a Irlanda y sus relaciones con los pueblos gaélicos locales, parecen estas también de poca importancia si las comparamos con sus grandes aventuras en Islandia y el Atlántico norte, en Inglaterra y occidente, y por supuesto en el este, de la mano de los varegos.
Queda de esta manera Irlanda aislada, como un microcosmos que desarrolla una historia alternativa apenas conectada con el mundo feudal que se estaba formando más allá de sus costas.
Hoy sabemos, sin embargo, que la isla de Irlanda experimentó una evolución muy similar a la del resto de un mundo occidental que, durante las décadas que rodean al año 1000, dejaba ya atrás los ecos de esa llamada Edad Oscura y afrontaba la conformación de un orbe cristiano feudal unitario, que se abría, como un arco, desde el Duero hasta el Elba.
Es el propósito de este breve ensayo, revertir esa imagen de aislamiento de la isla de Irlanda respecto al resto de occidente, y demostrar, mediante el análisis de un episodio concreto de su historia, su vinculación con el resto del mundo feudal cristiano.
La Irlanda medieval
En el siglo X, que es cuando acontece el episodio que vamos a narrar, Irlanda no era una unidad política. Ya desde tiempos inmemoriales, la isla estaba dividida en un sinfín de reinos y clanes diferentes conectados entre sí por toda suerte de pactos y lazos gentilicios y familiares. Un mundo heterogéneo que se había mantenido con pocos cambios desde la Edad del Hierro, y que ahora, poco a poco, afrontaba su lenta desaparición.1
Cambios en la vieja Irlanda que venían dados por tres elementos fundamentales, como son: la llegada del cristianismo (siglo V), la consolidación de la figura del rey supremo (ard ri) que de institución simbólica con tintes legendarios pasa ahora a conformarse como una realidad política, y por último la llegada de los primeros escandinavos a Irlanda con intención de establecerse.
De estos tres elementos decisivos fue el último de ellos, la llegada de los vikingos, el que produjo cambios más drásticos, ya que en apenas un par de generaciones desde su llegada, los nórdicos fundan las primeras ciudades estables en Irlanda. Importantes centros mercantiles, siempre costeros, en donde destacaba especialmente la poderosa Dublín, ciudad clave en el emporio comercial escandinavo en Europa, y que los irlandeses llamaban la “ciudad de los extranjeros”.2
Tenemos, por tanto, hacia el siglo X, dos grandes poderes enfrentados en la isla: uno vikingo (danés en el caso de Dublín) que drenaba los recursos de Irlanda y a la vez suponía un escaparate comercial (casi cosmopolita) sin parangón para los gaélicos. Y por otro lado un poder gaélico cristiano heterogéneo cuyos líderes más inteligentes (y también más ambiciosos) intentaban unificar la isla a fin de plantar cara a los paganos invasores más eficazmente.
Uno estos líderes fue Muirchertach mac Neill, rey de Ailech,3 que emerge ahora como una figura clave en este contexto bipolar de luchas entre irlandeses y vikingos.
Muirchertach mac Neill, conocido también como Muirchertach el de las capas de cuero, era hijo de Niall Glubdub, rey supremo de Irlanda, muerto en batalla frente al rey danés de Dublín, Sitric el Ciego, en el 919.
Muirchertach aspiraba a ser rey supremo como lo fuera su padre, aunque quería serlo de manera que ostentara el poder de facto –más que de manera simbólica–. Un líder capaz de tener a todos los reinos, provincias y clanes de Irlanda bajo su mando, a fin de poder enfrentarse de manera eficiente a los invasores.
Esta aspiración no era fácil de conseguir ya que Muirchertach contaba con dos inconvenientes: por un lado, el poder escandinavo en la isla, con Dublín al frente, estaba en su apogeo. Mientras que, por otro lado, el nuevo rey supremo desde el 919 era un hombre intrigante y cruel llamado Donnchad Don (suegro de Muirchertach por cierto). Un rey que fue incapaz de defender el territorio frente a la amenaza vikinga, como atestiguan los saqueos sobre buena parte del norte de la isla a partir del 921.4
Muirchertach en cambio, fue un personaje de vida casi novelesca, capaz de vencer a los vikingos en al menos cinco ocasiones entre el 921 y el 933, que vio su palacio y su reino saqueados en el 939 siendo hecho prisionero por una flotilla danesa y logrando escapar, para lanzarse después al asalto de las islas Hébridas, adentrándose por tanto en los hostiles mares del norte, dominados por los vikingos, para regresar a Irlanda con un inmenso botín.
Pero Muirchertach sabía que, a pesar de sus hazañas, estas nunca serían suficientes para vencer a los nórdicos. Había que unir a los clanes y reinos, por la fuerza si fuera necesario.
Los mil de Muirchertach
Y para lograr su objetivo, nuestro hombre, emprende lo que diversas fuentes han venido a llamar “circuito de Irlanda”. Una ruta que comienza en Ailech, al norte, y que, siguiendo la dirección solar (en sentido de las agujas del reloj), da la vuelta a la isla a lo largo de 33 días. Un circuito que tiene mucho de campaña propagandística a fin de reivindicar el puesto de rey supremo frente a su suegro, y a fin también de mostrarse fuerte ante sus enemigos (reyes irlandeses díscolos y por supuesto nórdicos de Dublín y otras ciudades).
Para que este ejercicio propagandístico tuviera eco en toda la isla, quiso acompañarse de mil de sus guerreros, a los que vistió con unas llamativas capas de cuero. “La casa y refugio de los héroes de Muirchertach”, a decir del bardo Cormacán,5 que formó parte de la comitiva, y que escribió después un largo poema describiendo las diferentes etapas que recorrieron los mil de Muirchertach desde que salen de sus casas en Ailech hasta que regresan al punto de partida.
Curioso periplo este “circuito de Irlanda” que levantaba la admiración de las gentes y a buen seguro el temor de muchos otros, reyes menores y jefes de distintos clanes, que rindieron pleitesía y fidelidad a Muirchertach de grado o por fuerza.
Su popularidad creció aún más cuando al día séptimo de su ruta, llegó a Dublín, plantando allí su campamento, y exigiendo a los daneses la devolución de los botines de los saqueos a los que habían sometido a Irlanda durante años, así como la liberación de los esclavos gaélicos. Después toman al rey de Dublín, Gotfrith el Cruel, como rehén y Muirchertach se lo entrega a su suegro.
Toda la isla debía de hablar de Muirchertach en estos momentos: el rey de Ailech, el hijo de Niall Glubdub, yerno del rey supremo, recorriendo Irlanda en círculo, realizando hazañas acompañado de sus bardos, de sus sacerdotes y de mil de sus guerreros.
Una epopeya digna de Fionn mac Cumhaill y sus valientes fenianos,7 y en cualquier caso un inteligente ejercicio propagandístico que allanaba a nuestro héroe el camino al trono supremo de Irlanda frente a su suegro Donnchad, un anciano por aquel entonces.
Pero el destino quiso que no gozara de la fama que había adquirido, ya que un año después de terminar su epopeya guerrera y propagandística, Muirchertach muere en batalla frente a los vengativos hijos del rey de Dublín.
Era marzo del 943.
No habrá en todas las crónicas de Irlanda una despedida más emotiva a ninguno de sus héroes como la que la que nos dejan los Anales del Ulster.8
Afrontamos así la segunda mitad del siglo X en una isla que experimentaba el mismo proceso de concentración del poder que se estaba viviendo en otras partes de Europa (ya en manos de reyes o de grandes señores feudales), y en donde los nórdicos tuvieron un papel vital, paralelo al que desempeñaron en Inglaterra con la formación de grandes reinos como el de York, o incluso similar al de los varegos en oriente, con la creación de los principados rusos.
Un proceso que se consolidará ya, definitivamente, con la cristianización de los vikingos, y que llevará a la creación de una cultura mixta nórdico-gaélica que tendrá su punto culminante cuando el rey de Dublín, Olaf Cuarán, tome como esposa a una princesa irlandesa de nombre Dunlaith, hija de nuestro héroe Muirchertach.
Irlanda entra de esta manera en un nuevo periodo histórico, y –al igual que Muirchertach y sus guerreros– cierra también su particular periplo: el ciclo que comenzó con la introducción del cristianismo y que termina ahora con la conformación de una cultura mixta con proyección de futuro.
Irlanda abre ya sus puertas al mundo feudal europeo y a la cristiandad occidental.
Notas
1 Para la división política de Irlanda véase Michael Richter, New Gill History Of Ireland, vol I Medieval Ireland, (Dublín, Gill & Macmillan, 1988) pp 31 y 32.
2 Numerosas crónicas irlandesas mencionan Dublín (Áth Cliath en lengua céltica) como ciudad de los extranjeros. Por ejemplo los Anales del Ulster, para el año 938 dicen textualmente: “…desplegó un ejército para sitiar a los extranjeros de Áth Cliath”.
3 Ailech fue un reino situado en la provincia del Ulster, patria del poderoso clan de los Ui Neill del norte.
4 Atestiguados por los Anales del Ulster y los Anales de Inisfallen, entre otras crónicas.
5 Cormacán, muerto en el año 948, fue jefe de los bardos del Ulster. Se puede leer su poema en inglés gracias a la traducción de la Real Sociedad de Anticuarios de Irlanda y a los estudios de Henry Morris, uno de sus miembros, en 1936.
7 Los fenianos, o fianna, fueron grupos de guerreros autónomos, mercenarios y bandidos que vivían al margen de la sociedad. En el llamado Ciclo Fenniano eran liderados por el héroe mitológico Fionn mac Cumhaill
8 Los Anales del Ulster, para el año 943 nos dejan dos emotivos epitafios:
“Muirchertach hijo de Niall, Muirchertach el de las Capas de Cuero, rey de Ailech y Héctor del mundo occidental, ha sido muerto por Blacair hijo de Gothfrith, rey de los extranjeros”.
«Es doloroso que Muirchertach ha dejado de existir,
la tierra de los irlandeses célebres ha quedado huérfana”.
Fuentes primarias
- Anales de Clonmacnoise:
Desde el principio de la Creación hasta 1408. - Anales del Úlster:
Crónica que abarca desde el 431 dC hasta el 1540 - Anales de Innisfallen:
Desde el 433dC hasta el 1450. - The Circuit of Ireland. By Muirchertach na gCochall gCroiceann A.D. 941 escrito por Cormacán. Traducido y comentado por la Real Sociedad de Anticuarios de Irlanda. Vol. 6, No 1 (30 junio 1936), pp 9-31
Bigliografía
- A New History of Ireland, vol I, Prehistoric and Early Ireland. Editado por Dáibhí Ó Cróinín. Oxford University Press, 2005.
- John Francis Byrne, Irish Kings and High Kings, Dublin, 1973.
- Morgan Llywelyn, The Vikings in Ireland, Dublín, 1996.
- New Gill History Of Ireland, vol I, Medieval Ireland, Michael Richter, 1ª edición traducida del alemán al inglés, 1988.
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